Por Juan Pablo Darioli
La falta de nitidez de la foto apunta que es antigua y sacada de un periódico o una revista, pero ésto no impide que se reconozca fácilmente a los hombres que en ella están. Ernesto Guevarra y John William Cooke: dos hombres y mucha historia. Luego del triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Guevara en el año '59, Cooke viaja a la isla y combate en la invasión de Playa Girón, donde los revolucionarios pudieron vencer a los exiliados dirigidos por Estados Unidos gracias a la información descubierta por Rodolfo Walsh en un mensaje encriptado.
El enorme poder de la imagen está en contener la síntesis de la historia en lo que expresan esas dos miradas: el Bebe mirando fijamente, casi buscando algo en los ojos de un Che reflexivo. ¿De qué estarán hablando? Imposible saberlo con certeza pero imaginable, dada la radicalización que se observa en el pensamiento de John a partir de los '60 y la posterior fundación de Acción Revolucionaria Peronista (ARP) junto con Alicia Eguren, su compañera de vida. Sorprende la barba de Cooke que se caracterizaba por ser prolijo en el aspecto, ahora más afín con “Los Barbudos” quizás porque eran épocas donde las horas se corrían unas a otras y eran más necesarias la charlas que los momentos de aseo.
Minutos antes de ser tomada la fotografía, el Bebe debe haber insistido con su idea de hermanar el marxismo con las identidades nacionales. “Los comunistas en Argentina somos nosotros, los peronistas” dice John y en su cabeza se comienzan a formar las primeras líneas de los que luego será “Apuntes para la militancia”, el documento pedido por el mismo Guevara (quizás en esa charla) donde cuenta el papel que desempeñó el Partido Comunista Argentino. Mientras el Che asume que tendrán nuevamente esa conversación que ya tuvieron muchas veces pide con la mano una botella de caña y comienza a hablar. La opresión de un sistema mundial, la necesidad de llevar al pueblo hacia la revolución, la vía armada y la constitución de un nuevo hombre.
Después de unas horas John William Cooke salió del lugar de encuentro y fue hacia la habitación del hotel donde se alojaba. Se encerró, tomó lápiz y papel y empezó a redactar una carta: “Mi querido General:” esbozó en el cabezal de la hoja y se frenó. Desde 1955, cuando el golpe de Estado forzó al exilio a Juan Perón y Cooke fue designado su representante en Argentina, intercambiaban correspondencia asiduamente. Estaba convencido que Perón debía dirigir al Movimiento desde el exilio, pero no en Madrid, no en Caracas sino en La Habana. Estaba convencido que el peronismo era la forma que tomaba la lucha de clases en Argentina y por ello era o debía ser en un futuro socialista. Estaba convencido pero las letras no salían de su lápiz, no se dibujaban en el papel. Una vez más rompía la hoja donde quería expresar su convencimiento y la tiraba al cesto de la basura. En algún otro momento la carta fue escrita de puño y letra por el Bebe. Mandó una, dos y hasta tres o cuatro cartas al General Perón tratando de convencerlo para que viaje a Cuba.
Entre Walsh, Guevara, Cooke y Perón también viene al recuerdo Jorge Masetti, periodista argentino y revolucionario latinoamericano. Todos esos momentos desatados por la condensación histórica de una imagen.
* Texto publicado en La Montonera
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