viernes, 6 de abril de 2012

Aparatitos de dominación social (Partes I y II)

Por Manuel Baravalle


I

Los discursos más conservadores suelen sostener que “hay que invertir en seguridad”, por su parte los discursos más progresistas, por lo general opinan que “se debería invertir en educación”. Ambos tienen un denominador común: la supuesta búsqueda del bienestar social, en lo único que pareciera haber discrepancias es en cuanto al método que emplearían.

Particularmente, creo que desde ningún aspecto una inversión en la formación de policías o sistemas de vigilancia lograría algún cambio, o quizás si, pero no podría sustentarse por mucho tiempo. No existe una estructura sin falla, justamente en la falla estructural es donde emerge el sujeto creativo, que construye un mundo virtual en su imaginación. La imposibilidad de pensar una estructura sin falla es tomada del psicoanálisis, la cual responde a los imposibles freudianos: Imposible educar, imposible gobernar y sobre todo imposible hacer desear. Según el lacanismo el psiquismo está estructurado desde una hiancia, una falta en ser, un deseo que puede satisfacerse solo parcialmente pero nunca será completamente satisfecho. (Al escribir “satisfecho” cometí un pequeño acto fallido. No lo considero un error tipográfico porque en la disposición de las teclas la “E” no está yuxtapuesta a la “A” y en vez de escribir “satisfecho” escribí “satisfAcho”, el backspace solucionó todo, pero fue un duro golpe del discurso del Otro).

Esto me da la pauta de que nunca habrá un control completo desde el poder. Nunca se podrá disciplinar completamente a la sociedad, dejando siempre una apertura. Un Galileo en medio de la Santa Inquisición, un Marx escribiendo El Capital en pleno desarrollo industrial, un Freud planteando una teoría no científica en el auge del positivismo. Me parece increíble la enorme carga discursiva que subyace en la frase “Hecha la ley, hecha la trampa”.
En fin, soy partidario de que, el bienestar social, estaría arraigado en una inversión en educación. Pero la pregunta sería ¿En qué educación invertir?

II

“Los único que los indios tienen de humanos es la sangre” Domingo Faustino Sarmiento
¿En una educación como la de Sarmiento se debería “invertir”?...


En una enunciación totalmente a priori, creo que si pensamos en educación, lo primero que nos viene a la mente es “escuela”. Ante la retórica pregunta, podríamos preguntarnos, lo que en lenguaje periodístico se llamaría "las cinco W inglesas" (What, When, Where, Who, Why - Que,
Cuando, Donde, Quien y Por qué) para dar cuenta como fue evolucionando la educación.

La escuela es esencialmente moderna, se crearon en función de una necesidad social que traía arraigada la revolución industrial. Previo al siglo XVII, solo accedían a la educación las clases sociales más elitistas, por medio de una cantidad muy limitada de tutores privados. Si señor, en el auge del industrialismo se necesitaban sujetos capacitados para poder emplear en las fábricas, ergo era menesteroso formar sujetos tan útiles como dóciles, ocultando intenciones perversas, tras un supuesto acto total de benevolencia.

En el país que me vio nacer, Argentina, hubo una vez un señor llamado Domingo Faustino Sarmiento, idolatrado y recordado como El prócer incuestionable, padre de la educación argentina. Sería interesante contextualizar y pesquisar el discurso de la pedagogía sarmientista. Disciplina estricta: “Bancos en fila”; “Siéntese derecho y preste atención” “Escuche a su maestro y cierre la boca” y un poco de violencia física fueron algunas características que la pedagogía tradicional adoptó. Creyendo ingenuamente (o no tanto) que de ese modo se podía terminar con la exclusión y que viviríamos felices en un amigable y progresivo capitalismo.

La escuela tendía a normalizar las anomalías de los “alumnos” (categoría teórica interesante, por su etimología, a-lumnus: sin luz. Un ente sin luz, que debía ser iluminado con el faro de la verdad que tenían los docentes). Quién no podía normalizarse quedaba relegado de una educación “pública”, aunque, paradójicamente excluyente. Los parámetros de normalidad estaban legitimados en base criterios políticos atravesados por relaciones de poder, es decir, el poder decidía quien permanecía en la escuela y quien no. Con el correr del tiempo, este paradigma de educación no pudo sustentar sus bases teóricas ya que no lograba terminar con la exclusión y dio paso a la emergencia de un nuevo paradigma.

La estricta disciplina de la pedagogía tradicional no contrarrestaba la exclusión, por ende, una nueva forma de pedagogía se instaló en las escuelas. La denominada “pedagogía nueva” adoptó un nuevo método que supuestamente habría de terminar con la exclusión. La disciplina sería más laxa y se agruparían a los estudiantes según sus características, imponiendo así un enorme proceso de segregación. Distintos grupos serían formados acorde a características comunes de cierto grupo de estudiantes, los partidarios de este nuevo modelo de pedagogía olvidaron que quizás podrían existir sujetos que no encajaran en ningún grupo. Lejos de eliminar a las falencias de la pedagogía tradicional, la pedagogía nueva creó nuevos marginados: los inadaptados. Pareciera haber un fuerte discurso acompañando a esta metodología: el darwinismo que revolucionó la epistemología de la época.

Lo que ambas pedagogías no tienen en cuenta es que las instituciones estructuran la psiquis del sujeto, no son un mero marco que lo bordea, son constitutivas del mismo. La escuela pretende eliminar la cultura que estructuró al sujeto e imponerle una nueva, como si fuese una tabula raza. Lejos de tomar a los estudiantes como sujetos políticos activos y protagonistas con una historia tanto individual como social, atravesado por las instituciones han marcado y estructurado su singularidad, la escuela pareciera tomar a los estudiantes desde una categoría conceptual muy distinta, como entes pasivos objetos de prácticas pedagógicas, como vasijas que deberían llenarse de contenido, tomando el símil que utiliza Paulo Freire.

Existe una teoría llamada crítico reproductivista, propuesta principalmente por Pierre Bourdieu y Louis Althusser, que sostienen que la escuela es una reproducción de la sociedad capitalista y como tal no pretendió, no pretende ni pretenderá terminar con la exclusión. El único interés en cuanto a la exclusión es garantizarla. La escuela debe preparar ciudadanos acorde a los intereses del capitalismo a costa de la exclusión de muchos sujetos. Bourdieu plantea que, mediante la “violencia simbólica” (imposición de significados legítimos) la escuela fomenta el discurso capitalista y silencia el discurso del proletariado. El docente está en un lugar de supuesto saber, y si el mismo vanagloria un discurso “X” y desprestigia un discurso “Y” dentro de una pedagogía en la cual la autoridad no se cuestiona, se imprime una marca en la subjetividad del agente que adoptará un discurso y lo tomará como propio. Althusser por su parte, sostiene que la escuela es un aparato ideológico del estado y como tal responde a los intereses del poder. Un cambio de superestructura es lo único que lograría un cambio a nivel educación. A mi criterio las teorías reproductivistas responden a un marxismo anacrónico y demasiado primario.

¿Se necesita una revolución para cambiar la educación? O ¿La educación puede ser una herramienta para la revolución?...

"Esta historia continuará"

* Blog del autor: Los planetas si hablan

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