martes, 3 de abril de 2012

Ernesto y la ruleta de la vida

Por Sebastián Sánchez


Ernesto había hecho un curso intensivo de ventas y trabajaba como cobrador de seguros en Baigorria.

Decía que podía saber todo sobre alguien con solo mirarlo. Un día expuso una teoría sobre aquello que le permitía ver su sexto sentido: “el hombre es como dos dados que giran constantemente, 36 posibilidades, en un momento es 1 y 6, en otro 5 y 3 y en otro vuelve a ser 1 y 6. Si yo intentara definir a una persona no podría más que decir es 1 y 5, 2 y 6, 5y 3, 4 y 1, 1 y 3, es 6 y 6, y todas las variantes posibles pero además sobre la variante indefinible, el bendito azar. Este es el culpable de nuestros desengaños, a veces es espejo a veces vecino, a veces la mujer equivocada, y en otras un beso mal dado”

Una tarde llegó enfurecido y dijo “confundí un 3 con un 4”. Nadie entendía. “Claro –dijo, estaba haciendo alusión a la metáfora de los dados- anoche me abandoné en una borrachera, cuando me levanté pensando que estaba Paula, encontré acostada al lado a la vecina de enfrente. Fue tan grande el susto que todavía no volví a casa”. La vecina era una panadera que lo había metido preso la semana pasada por llegar también borracho y forzarle con la llave su puerta.

Un día contó que al mirar a una señora vio que estaba triste porque sentía sus piernas gordas y peludas. La siguió observando y vio que de repente comenzó a sentirse feliz con sus piernas y ya no las sentía peludas. Observó bien y descubrió que estaba pasando por un lateral espejado de un banco gigante en calle San Martín y este espejo devolvía un cuerpo unos 7 u 8 centímetros más delegado que había hecho desaparecer hasta los pelos.

“En el dado que esta en 3, abajo sigue el seis, al costado el 5 y los demás también. En un juego ha pasado que un jugador nunca en su vida pudo sacar doble 6, pero este siempre estuvo ahí como posibilidad. Cuando tomás posición y decís “10 pesos al seis” estas arriesgando diez mangos, pero desafiando al 1, al 2, al 3 al 4 y al 5. Así es vivir” calculo que se refería a que son mas las cosas que pueden pasar que las que terminan pasando, y estas son susceptibles de modificarse, pero hay cosas que “extrañamente nunca suceden y esto es admitido por ley de probabilidad”. Él cobrador de Baigorria era muy didáctico, para ejemplificar mejor contó una historia verídica: “en un casino que habíamos hecho con los muchachos del club teníamos una ruleta en la que jamás salió un numero colorado. Aníbal murió apostando y perdiendo todo al colorado”. Tal vez al día siguiente del funeral hubiera salido, pero los muchachos cerraron el casino.

La probabilidad dice que hay un 50 por ciento de que salga el colorado, pero la probabilidad puede extenderse hasta la eternidad y puede que los 7 meses que duró el casino sean el 0,01 por ciento de los años venideros. También solía explicar sus teorías escépticas con los granitos de arena en el desierto pero no quisiera extenderme en esta parte. “¿cuantos años de historia tenemos? Porque un hombre no puede vivir sus 78 años justo en los 100 años en que su amor no se dignaba a suceder. Si hubiera vivido 101 años, este hombre hubiera amado”, decía convencido.

Si llevamos la genial metáfora de este hombre a la realidad, podríamos decir que la posibilidad de que se den las cosas como queremos no depende de ningún factor predecible, por el contrario como en un juego, uno podría morir apostando al 24 y este nunca salga y al día siguiente en un solo intento, un hombre que apuesta por primera vez en su vida, elija el 24 y se saque un pleno. “Uno está a expensas de la probabilidad universal y de la eternidad”. Pero podríamos decir que esta teoría en realidad solo pueda decirla un hombre desquiciado por haber perdido una avioneta y una casa en la timba como Ernesto. Se nota su mirada escéptica porque podría haber hecho hincapié en el muchacho al que el azar benefició sacudiendo su suerte con un pleno.

También está el caso del “tuerto” Benites a quien mirándolo fijo decía que veía solo cosas buenas de: “un gran amigo, un buen hijo y un excelente defensor”. Pero nunca dijo nada de los sifones de soda que Benites robaba a su vecina, o de los meses que el tuerto pasaba sin trabajar poniéndose un yeso falso para que la hermana le pase unos mangos, o de su machismo acérrimo que un día lo llevó a proponer no dejar pasar mujeres al club. Ernesto se excusaba diciendo “no te olvides que es tuerto, solo puedo ver una parte”.

Pero esto no es lo más importante. Según él, con solo mirar a una apersona podía descifrar enigmas que llevarían años de praxis resolver. Una noche llegó distinto, con cierto optimismo: “Pude ver de refilón sus ojos –contaba- ella ni siquiera reparó en mi y además está comprometida, pero será mi mujer. Ella me amará y no lo sabe”. Mi gran amigo Ernesto, me contó esto acompañado de algo fuerte. Está feliz y convencido. Tal vez podamos desconfiar, pero puede que tenga razón, un hombre que pierde una avioneta puede que tenga suerte en el amor.

No descansa, impaciente, piensa la palabra que descifre el misterio de su espera, la señal, el momento que encuadre en su vida ese segundo en que esa mujer lo bese, ojala para siempre, y su teoría, quizás, sea porque sus dados son 3 y 1 y una mañana de estas se levante con un doble 6 y nos deleite con nuevas teorías, que en vez de ver en la arena a los insignificantes granitos, vea la arena que se une al mar, y el mar conformando el horizonte y empezando el cielo, y pueda cambiar el sol recalcitrante del desierto por el estruendo de las olas, por el silbido del viento, por las guitarras en un fogón de amigos, y ver por el reflejo de la luna al través de un copa y su vino como brilla un beso en la boca de una señorita antes de amar.

*Sitio web de la imagen

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